El comienzo de la década de los noventa para el Real Madrid
La temporada 1990-91 de la que se van a cumplir 30 años fue de alguna manera una metáfora de lo que sería la década de los noventa para el Real Madrid. Fueron años muy difíciles y con menos éxitos de lo que los aficionados estaban acostumbrados. Cierto es que vivimos la mayor alegría del mundo con la consecución de La Séptima, pero también es cierto que desde el año 1990 el número de títulos a nivel nacional no es para tirar cohetes. En 30 años hemos ganado 9 Ligas y 3 Copas del Rey. Veníamos de ganar cinco Ligas consecutivas y desde entonces sólo hemos conseguido enlazar dos campeonatos (2006-07 y 2007-08). En los noventa sólo se ganaron 2 Ligas y 1 Copa, al margen de 3 Supercopas de España. Buena parte de lo que ha pasado desde entonces tiene su origen precisamente en la temporada 1990-91. Creo que el verdadero problema se manifestó, como he contado tantísimas veces, en la temporada 1991-92. La temporada 1991-92 fue crucial. Pero todo comenzó a gestarse un año antes...
¿Qué pasó en la temporada 1990-91? Para empezar creo que hubo un problema de 'falta de hambre'. Creo que después de cinco años en los que se ganaba una Liga detrás de otra se asumió que la Liga era fácil de ganar y que, se hiciese lo que se hiciese, caería en nuestro bolsillo sin excesivos problemas. Suena exagerado, pero no lo es. Pensémoslo detenidamente. Cinco años... Cinco años y cinco Ligas, un lustro viendo como el trabajo semanal, partido a partido, jornada a jornada, terminaba cada ejercicio allá por los meses de mayo o junio con el Real Madrid levantando el trofeo de Campeones. Media década con el Real Madrid siendo Campeón de Liga. De verdad creo que eso tiene que pasar factura de alguna manera a los directivos, a los futbolistas y a los aficionados. A los aficionados restando valor a un título que, seguramente, a finales de los ochenta se celebraba con menos intensidad. No había emoción. El Madrid era un rodillo que se paseaba por España y lo que debería ser motivo de orgullo se percibía como algo normal. A los futbolistas les debía de pasar lo mismo. Para los Butragueño, Míchel, Sanchís, Hugo, Gordillo y compañía ganar la Liga se había convertido en una rutina. Muchas veces se ha contado la anécdota de lo sorprendente que resultó para Fernando Hierro y Oscar Ruggeri ver que sus compañeros casi no festejaron nada el día que ganaron la Liga 1989-90. Para ellos era la primera, pero muchos de sus compañeros ya iban por la quinta. Eso genera una situación de 'falta de hambre'.
¿Y los directivos? Supongo que para los directivos la situación era idéntica. Ramón Mendoza ganó 5 Ligas en sus primeros 5 años de mandato. Supongo que se generaría una sensación de que la Liga se ganaba se hiciese lo que se hiciese, se fichase lo que se fichase o se diese de baja a quien se diese de baja. Daba igual, la Liga se acabaría ganando igual. Al igual que los futbolistas o los técnicos, los directivos también pueden equivocarse y cometer errores. Y, desde luego, en el verano de 1990 se cometieron algunos cuantos. La planificación no fue nada buena. Quizás las bajas de jugadores como Agustín, Esteban o Julio Llorente podían entrar en la lógica. Pero perder a dos de los mejores jugadores de la plantilla era un error que podía tener consecuencias. Las salidas de Bernd Schuster y Rafael Martín Vázquez fueron un lastre en lo deportivo. Sé que puede haber debate sobre si fue conveniente o no desprenderse de estos futbolistas. Siempre se suele comentar que el alemán tenía un carácter complicado y que lo que sucedió con motivo de la gira americana de mayo de 1990 no podía ser pasado por alto desde el Club. Con Rafael ya sabemos todos los problemas que hubo entre él y Mendoza, cuestiones que tenían que ver con el reconocimiento interno del jugador y con cuestiones de índole económico que provocaron su marcha a Italia. El tema es si aquellos capítulos pudieron resolverse de otra manera o no, por lo que está claro es que con la marcha de Schuster y Martín Vázquez perdimos a dos jugadores cruciales. Rafa había sido el mejor jugador del Real Madrid en la temporada 1989-90 explotando con Toshack. Schuster también había brillado y era uno de los mejores jugadores del mundo en su posición. Sus bajas se notarían muchísimo. Como también se notó la marcha de Oscar Ruggeri después de sólo un año con nosotros. Del once de gala de Toshack en la temporada 1989-90 se cayeron tres jugadores fundamentales.
Teníamos a un equipo ganador pero creo que no se le valoró lo suficiente. El Real Madrid de la Quinta del Buitre jugaba un fútbol espectacular y durante cinco años fue un rodillo en España. En 1990 los miembros de la Quinta del Buitre andaban entre los 25 y los 27 años, estaban en su mejor momento y formaban la columna vertebral del equipo. Hugo estaba cerca de los 32 pero venía de hacer su mejor temporada. Hierro tenía 22 años, Chendo 29... El equipo todavía tenía cuerda por delante. La base era buena. El problema era la obsesión que había con la Copa de Europa. Las tres semifinales en la máxima competición continental sabían a poco para una afición y unos medios de comunicación que no tenían paciencia y tenían entre ceja y ceja la Copa de Europa que se resistía desde 1966. Eindhoven, en 1988, fue cuando más cerca estuvo y ahí se generó una herida que ya no cerraría hasta diez años más tarde en Ámsterdam. Pero para la Quinta del Buitre en conjunto Eindhoven fue la gran decepción de la que no se recuperarían. Aquella era la Copa de Europa de la Quinta del Buitre, la que no se ganó en 1988 por un lastimoso empate a cero en Holanda... O más bien por el empate a uno de un par de semanas antes en el Bernabéu. El caso es que las decepciones europeas fueron las que hicieron que no se valorara lo suficiente lo que se estaba consiguiendo en España. Ahora, treinta años después, todo el mundo valora lo que consiguió el Real Madrid de la Quinta del Buitre y muchos señalan a ese equipo como uno de los mejores de la Historia del Club. Lo fue por su calidad y por su juego. Y también por sus logros. Cinco Ligas consecutivas es algo que nadie ha conseguido desde entonces y ahora quizás entendamos lo complicado que resulta ganar cinco Ligas seguidas. Pero por aquel entonces muchos lo asumían como algo normal...
La insatisfacción permanente por Europa y esa falsa sensación de que las Ligas se ganaban así como así pudo estar detrás de la descomposición de un equipo ganador. Los fichajes para la temporada 1990-91 no salieron bien. Como detallaba ayer, se incorporaron siete novedades. Regresaron los canteranos cedidos Santi Aragón y Juanjo Maqueda y se fichó al guardameta Pedro Jaro, al centrocampista Francisco Javier Pérez Villarroya, al ex azulgrana Luis Milla y a los foráneos Gheorge Hagi y Pedrag Spasic. Uno por uno todos eran buenos futbolistas, pero por unas razones u otras no terminaron de cuajar en aquella temporada 1990-91.
Especialmente fallidos resultaron los extranjeros. En aquel fútbol con tres futbolistas foráneos los extranjeros tenían que ser siempre futbolistas que marcaran las diferencias. Jugadores especiales. Aquí es donde empezaron los problemas. Spasic y Hagi no mejoraron a Ruggeri y Schuster. Nunca he escondido mi absoluta admiración por Hagi, uno de mis futbolistas preferidos de la historia del fútbol, pero sí que es cierto que en su primera temporada con nosotros su rendimiento no fue el esperado. Brilló un año después, en la temporada 1991-92 y sigo creyendo que mereció jugar más años con nosotros. Pero en la temporada 1990-91 le costó muchísimo adaptarse a un nuevo país, a un nuevo fútbol y a unos nuevos compañeros y eso pasó factura en su rendimiento. Con Spasic la cosa fue peor. Por desgracia las cosas no le salieron bien y aunque en la recta final de la campaña, con Antic de entrenador, ofreció su mejor versión, no consiguió convertirse en el central que se esperaba tras el Mundial de 1990. Con el resto de jugadores tampoco hubo mucha suerte. Un fallo garrafal en el Trofeo Santiago Bernabéu dejó tocada la figura de Pedro Jaro, que no desbancó a Buyo en la portería. Villarroya jugó bastante sus dos primeros años como madridista y llegó a cuajar buenas actuaciones, pero era un futbolista más voluntarioso que técnico y no terminó de encajar. El caso de Luis Milla fue especial... Milla era un muy buen jugador, quizás no destacaba por su espectacularidad pero era muy efectivo y útil en la plantilla. Jugaría bastante pese a la competencia que tuvo durante su etapa madridista. Su problema en la temporada 1990-91 fue que nada más llegar se lesionó de gravedad. Fue el 12 de agosto de 1990, en el tercer partido de la pretemporada, un encuentro frente al Lazio en el que el turolense se destrozó la rodilla. Rotura del ligamento cruzado anterior y del menisco interno de la rodilla izquierda. Pasó por quirófano y tuvo que padecer una larguísima recuperación que le impediría debutar en partido oficial con el Madrid hasta el 20 de abril de 1991.
Como podemos apreciar los fichajes no salieron bien por unas razones u otras. La lesión de Luis Milla nos hizo perder a un futbolista importantísimo nada más llegar. Hugo Sánchez también se lesionó de gravedad en abril de 1991. El equipo cambió mucho respecto al de la temporada 1989-90 y se notó más de lo previsto la ausencia de quienes no estaban o se habían marchado. Una mala planificación, el cansancio tras el Mundial de 1990 que pasó factura a muchos de nuestros jugadores, y no me refiero al aspecto físico, la falta de hambre y la ausencia de regularidad provocaron la llegada de tropiezos a los que el equipo no estaba acostumbrado tras cinco años triunfales. Todo se juntó derivando en un caldo de cultivo bastante negativo para un Real Madrid que cuajó una mala temporada. Tres entrenadores pasaron por el banquillo blanco ese ejercicio. Toshack, Di Stéfano y Radomir Antic llevaron las riendas de un equipo que sólo pudo levantar la Supercopa en diciembre con Don Alfredo como técnico. También es justo recordar que la base de aquel equipo siguió siendo la misma y estuvo a punto de ganar 2 títulos de Liga que se quedaron por el camino en Tenerife. Pero lo que está claro es que la temporada 1990-91 fue el inicio de una etapa de bastantes varapalos y disgustos. Sobre todo en las competiciones nacionales. Como suelo repetir muchas veces, los noventa fueron años muy duros para los madridistas.
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