Apuntes sobre el torneo más importante a nivel de selecciones
El mayor atractivo de los Mundiales de fútbol, al margen del reclamo que supone ver enfrentarse a los mejores futbolistas de los cinco continentes, reside en el hecho de que se trata de un torneo que se juega cada cuatro años. Las competiciones de clubes se celebran todos los años, pero los Mundiales y las Eurocopas se disputan cada cuatro años. Ese matiz le otorga a estos eventos un evidente interés. Si prestamos atención, no son tantos los Mundiales de fútbol que hemos visto en nuestras vidas. De hecho, en 2030, dentro de doce años, se cumplirá un siglo de Copas del Mundo y sólo se habrán jugado 24 Mundiales.
A pesar de todo, tengo que reconocer que, en mi caso particular, he ido apreciando que con el paso de los años el interés no es el mismo que cuando eres un crío. Supongo que a todos nos pasará igual. Como casi todo en la vida, las cosas se ven con mayor ilusión con los ojos de un niño. Mis recuerdos de España 82 son prácticamente nulos por razones de edad y de México 86 el hecho de que los partidos se jugasen de noche impidió que pudiese disfrutar de mi primer Mundial. Por eso siempre digo que Italia 90 fue mi primer Mundial y que Estados Unidos 94 fue, de largo, el que más disfruté. Es curioso el impacto que tuvo aquel Mundial de 1994 entre los que lo vimos. Muchos señalan aquella Copa del Mundo como el punto de inflexión o la barrera que separa el fútbol 'de antes' del fútbol 'de ahora'. Quienes defienden esa corriente que se resume en el lema del "odio eterno al fútbol moderno" suelen colocar en 1994 el mojón que separa dos épocas en teoría opuestas de la historia del balompié.
Yo no tengo tan claro que hubiese un antes y un después tan evidente en el fútbol. Y eso que soy de los nostálgicos que conserva tantos buenos recuerdos del fútbol de antaño. Pero no estoy seguro de que 1994 sea un punto y aparte en la historia del fútbol. Quizás lo sea para los que integran mi generación. Pero, seguramente, el fútbol que conocimos antes de 1994, el de los ochenta por ejemplo, también era repudiado por nuestros abuelos. Quizás el fútbol de Butragueño, Míchel y compañía no les gustaba tanto como el de Di Stéfano, Gento o Puskas. "Odio eterno al fútbol moderno", gruñirían nuestros mayores, que en paz descanse, cuando veían que el Real Madrid era incapaz de volver a ganar una Copa de Europa mientras que con el blanco y negro habían caído cinco una detrás de otra. Nuestros abuelos, que habían visto ganar a la Selección una Eurocopa en 1964, se llevarían las manos en la cabeza cuando el balón se le escapaba a Arconada en París veinte años después privando a nuestro equipo nacional de un nuevo título. "Odio eterno al fútbol moderno", gritarían desesperados mientras recordaban las gestas del 'fútbol de antes'. Y, al mismo tiempo, nuestros bisabuelos le darían más valor al fútbol que se practicaba con balones que pesaban como piedras y que se remataban con pañuelos en la cabeza para no dejar marcas. Aquello sí que era fútbol. Aquello sí que era lucha, pundonor y esfuerzo. Todos arriba... A mí el pelotón que los arrollo. Eso sí que era fútbol... "Odio eterno al fútbol moderno".
No. Analicemos las cosas en su justa medida... 1994 no fue la barrera entre el fútbol de antes y el fútbol moderno. El fútbol, como todo en la vida, evoluciona. Evoluciona de manera continua y seguirá evolucionando con el paso de los años siguiendo todo tipo de vaivenes sociales, políticos, económicos... El fútbol ha cambiado mucho en algunos aspectos durante los últimos treinta años y seguirá cambiando en los próximos treinta... Cambian algunas reglas, se van incorporando novedades técnicas... Pero la esencia del fútbol, por suerte, sigue siendo la misma. Dos equipos enfrentándose entre sí con la intención de marcar el mayor número de goles posible para ganar el partido. Eso sigue igual.
1994 sí que fue, seguramente, un punto de inflexión a nivel personal para una generación de jóvenes que en los siguientes Mundiales ya veríamos el fútbol de otra forma. El Mundial de Estados Unidos me lo tragué entero porque estaba de vacaciones y tenía todo el tiempo libre del mundo. Pero cuatro años más tarde Francia 98 me pilló en plenos exámenes y el panorama era totalmente distinto. Aprovechaba las pausas de estudio para haber algunos partidos, pero no todos. Ya no era lo mismo... Y cuatro años más tarde, en Corea del Sur/Japón 02, estaba ya dando mis primeros pasos en el mundo laboral y tampoco podía seguir los partidos con la intención que a mí me hubiese gustado. Y con el paso de los años la cosa ha seguido igual o peor. Seguramente por eso recuerdo con tanto aprecio el Mundial de Estados Unidos.
Los Mundiales de fútbol te marcan cuando eres niño porque esos cuatro años que transcurren entre uno y otro son eternos, lo cual convierte al Mundial de turno en un acontecimiento trascendental si te gusta el fútbol. Algo místico. Incluso los álbumes de fútbol eran distintos y especiales en mi época. Los álbumes de la Liga eran los de las colecciones de Ediciones Este de cartón. Pero los del Mundial eran los de Panini, que eran adhesivos y costaban más dinero. La colección era más difícil de terminar precisamente por eso, porque los domingos te compraban menos sobres.
A ojos de los niños ese fútbol de los Mundiales resulta embaucador. Pero a medida que vas creciendo esa fascinación disminuye. A ello contribuye, en parte, el hecho de que España sea un país en el que el fútbol de clubes es mucho más importante que el fútbol de selecciones. Yo mismo no tengo ningún inconveniente en reconocer que para mí el Real Madrid está por encima de la Selección. Es una opinión personal y seguramente muchos no estarán de acuerdo con esta apreciación. Algunos aficionados somos tan vehementes en el apoyo hacia nuestros equipos que se nos hace raro apoyar a un equipo en el que juegan futbolistas que son rivales a nivel de clubes.
En cualquier caso, si echamos la vista atrás seguramente son muchos los recuerdos que nos vienen a la cabeza sobre la Selección y las diferentes Copas del Mundo que hemos presenciado a lo largo de nuestras vidas.
Muy bueno leer este artículo y tu blog, en general. Me ha hecho soltar una lagrimita, incluso, pues me ha hecho evocar muchísimos momentos de mi infancia como madridista.
ResponderEliminarYo nací en 1980 y mi primer Mundial también fue el de Italia 90. De México 86 solo recuerdo haber visto algunas imágenes en directo de la final en un bar con mis padres. Pero el de Estados Unidos 94 creo que fue el Mundial que tuvo mayor audiencia en España en los años noventa. Recuerdo que todos los chicos de mi clase de 8º de EGB coleccionamos los cromos de ese Mundial y fue la primera colección de cromos que acabé en mi vida, pues de Italia 90 me quedaron unos cuantos y, para mí, los álbumes de la Liga era imposible terminarlos por la dificultad de los cromos de los fichajes que incluía Ediciones Este.
Quizá ese año 1994 sí que puede marcar la barrera entre el fútbol tradicional, todavía no excesivamente expuesto a las televisiones, patrocinadores y merchandising deportivo, y el fútbol moderno, visto más como una industria que como un deporte. Me parece que a partir de ese Mundial se prohibió que el portero recogiera el balón con la mano tras cesión y se aprobaron cambios importantes en la Liga española que entraron en vigor en la temporada 1995/1996, como los tres puntos por victoria y los dorsales fijos para cada futbolista, impulsando así la venta de camisetas.
Pero sí, ese Mundial de 1994 fue espectacular.
Un gusto leerte y recordar tus vivencias como madridista, muy próximas a las mías. Sobre todo me ha emocionado leer tus vivencias sobre la primera Liga que perdimos en Tenerife.
Hola Miguel Ángel! Lo primero de todo, muchísimas gracias por tus palabras. Celebro que leer estos pequeños apuntes te haya devuelto a la memoria tantos detalles de la época. El fútbol de la infancia deja huella y, por lo general, muy buenos recuerdos. Los cromos, los partidos, los amigos con los que se jugaba en la calle... Muchas cosas.
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