Para entender la profunda renovación que hubo que afrontar en el Real Madrid de cara a la temporada 1996-97 hay que recordar y tener bien claro qué es lo que pasó durante el anterior ejercicio. Por eso, antes de entrar en detalle, recomiendo leer la entrada que dediqué en su día a la temporada 1995-96.
La temporada 1995-96 fue un cúmulo de despropósitos. Uno
detrás de otro. Sin duda es la peor temporada que recuerdo como aficionado del
Real Madrid. Las cosas fueron tan mal que sucedió algo muy parecido a lo
que había pasado en los últimos meses de la temporada 1993-94. En aquella ocasión, como
ya conté en su día, los aficionados estábamos más pendientes de los nuevos
fichajes de cara a la temporada 1994-95 que de lo que nos quedaba aún de
competición por delante. Sólo dos años después de aquello se volvió a repetir
la situación.
Tres meses antes de que finalizara la temporada 1995-96 estábamos más pendientes de los fichajes que se avecinaban que de la marcha del equipo, que deambulaba partido tras partido con más pena que gloria. Tratábamos de ilusionarnos y supongo que desde el propio club se alimentaba un poco esa esperanza, porque los medios de comunicación seguían la evolución de los futuros movimientos de la plantilla.
Tres meses antes de que finalizara la temporada 1995-96 estábamos más pendientes de los fichajes que se avecinaban que de la marcha del equipo, que deambulaba partido tras partido con más pena que gloria. Tratábamos de ilusionarnos y supongo que desde el propio club se alimentaba un poco esa esperanza, porque los medios de comunicación seguían la evolución de los futuros movimientos de la plantilla.
El primer nombre que sonó fue el de Davor Suker, que cumplía su sexta campaña en el Sevilla donde siempre había dado muestras de ser un grandísimo delantero. El 12 de enero de 1996 los presidentes de Madrid y Sevilla firmaron el traspaso del delantero de cara a la siguiente temporada.
En el mes de febrero de 1996, la revista oficial del Real
Madrid publicaba su primera entrevista con el delantero croata. La portada de
aquel mes era muy sintomática de lo que estaba pasando. Suker era el
protagonista principal por encima de Arsenio Iglesias, que llegaba mediada la
temporada para ocupar el banquillo madridista, y de Raúl, el único que estaba
realmente destacando en el equipo en aquella nefasta campaña. No quedaba
otra. Había que vender ilusión y eso es lo que se trataba de hacer desde la
revista oficial del club. “Suker: el próximo gol”, podíamos leer en primera
página. En páginas interiores, Javier Palomino le preguntaba al croata qué
representaba haber firmado por el Real Madrid. “Cumplir un sueño. Se cumple el
sueño de jugar en un grande del mundo, en uno de los equipos más importantes.
Le agradezco mucho al presidente, Lorenzo Sanz, el que me haya elegido para
defender los colores de este club. Va a ser un verdadero placer jugar con esta
plantilla tan grandiosa ante una afición como la madridista, tan acostumbrada a
ganar muchos trofeos”, respondía Davor Suker.
El siguiente nombre que se vinculó con el Real Madrid fue el
de Pedja Mijatovic, que los
periódicos empezaron a vincular con el Real Madrid de cara a la siguiente
campaña. El montenegrino, que había llegado a Valencia en la temporada 1993-94,
atravesaba un espectacular momento de forma hasta el punto de convertirse en el
delantero más en forma del fútbol español pese a que se desenvolvía más bien en
labores de mediapunta.
La cosa prometía. Aún recuerdo una portada de Don Balón en
la que la revista realizó un montaje con Raúl, Mijatovic y Suker. Todos los
medios daban por hecho que los tres conformarían la delantera del equipo la
siguiente temporada y la verdad es que aquello despertaba ilusión. Era lo único
a lo que nos podíamos aferrar en las postrimerías de aquella temporada tan
mediocre. A la ilusión por el futuro. Es lo que nos quedaba a los aficionados. Pensar en el futuro
y tratar de ilusionarnos con lo que se estaba gestando.
A Mijatovic y a Suker les seguíamos con lupa puesto que
jugaban en la Liga española. Otros nombres que se barajaban jugaban en Italia.
Clarence Seedorf y Christian Karembeu militaban en la Sampdoria y sonaron como
posibles refuerzos. Especialmente el holandés, que con sólo 20 años contaba con
una Champions League en su palmarés, la que había ganado un año antes con el
Ajax. Seedorf pertenecía a aquella extraordinaria generación de futbolistas
procedentes de la cantera del Ajax que se proclamó Campeona de Europa de la
temporada 1994-95. Aquel mismo año fue traspasado al Calcio y en Italia también
había dejado constancia de su enorme clase y de su poderío físico.
¿Y el entrenador? ¿Quién sería el encargado de dirigir al nuevo Real Madrid? Pues también parecía que vendría de Italia. En el mes de mayo de 1996 la portada de la revista Real
Madrid estaba ocupada por una fotografía bien grande de Fabio Capello junto al
siguiente titular: “Este es el hombre”. “Hace tiempo que el Real Madrid comenzó
a planificar la próxima temporada. Uno de los primeros objetivos era contratar
un entrenador de élite, un técnico con prestigio internacional, con la
experiencia necesaria para hacer un equipo campeón. Desde hace tiempo el Madrid
tiene una cosa clara: Fabio Capello es ese hombre”, escribía Javier De
Echeberria en la revista del Club. Cuatro páginas le dedicaban al entrenador
del Milan desglosándose su perfil deportivo y sus métodos de trabajo.
Llega Capello
Fabio
Capello fue presentado el lunes 20 de mayo de 1996 en Madrid en un acto
al que asistieron multitud de periodistas y medios de comunicación. Un par de semanas después, ya en junio de 1996 y con la Liga recién
concluida, la portada de la revista del Real Madrid volvía a dejar bien claro
que lo que importaba era el futuro. Capello: Trabaja en el nuevo Madrid.
Alfonso: vuelve el hijo pródigo. Suker: El mejor aliado del Gol. Y el próximo…
Mijatovic.
La revista informaba
sobre la presentación de Capello que había tenido lugar en Madrid y recogía su primera
entrevista con el entrenador italiano así como las primeras fotografías oficiales
como técnico blanco. “El Real Madrid es el equipo número uno del mundo por su
historia y por su grandeza, por ello no dudé un instante en aceptar la
proposición que me hizo el presidente Lorenzo Sanz para entrenar al equipo en
las tres próximas temporadas en las que trataremos de formar un conjunto capaz
de volver a ocupar el primer puesto en España, en Europa y, también, en el
mundo. Para ello ya hemos empezado a trabajar”, aseguraba el míster. “Mi mensaje es que vamos a trabajar con humildad y
dedicación, con el deseo de ganar y de hacer un gran equipo. Un equipo campeón
cuyo nombre es Real Madrid”, concluía Capello.
Una vez concluida de manera definitiva la temporada 1995-96 comenzaron a hacerse
oficiales los movimientos de salida y de entrada. Y hay que decir que las informaciones que
habían barajado los medios de comunicación habían ido en buena dirección.
Abandonaron el Club futbolistas que acaban contrato como Míchel, Laudrup,
Zamorano, Soler o Luis Enrique. Lo de Luis Enrique fue una verdadera lástima.
Pero bueno, él lo quiso así. Esnáider fue traspasado al Atlético de Madrid.
Mientras unos se marchaban otros iban llegando. Suker, Seedorf, Mijatovic... El Madrid también recuperó a Alfonso y también regresó a la disciplina del Club Dejan Petkovic. Y seguían sonando nombres de posibles refuerzos. Fue entonces cuando algunos empezamos a escuchar por primera vez el nombre de un brasileño con nombre de cantante... Un tal Roberto Carlos.
El defensa
brasileño Roberto Carlos era otro futbolista de paso efímero por Italia, que con sólo una temporada en el Inter de Milan debió
de convencer a Capello. Así como Seedorf sí que me me sonaba de su paso por el Ajax,
de Roberto Carlos no sabía por aquel entonces absolutamente nada. Y eso que,
como supe después, le había visto jugar en un amistoso
frente al Palmeiras disputado en agosto de 1994 con motivo del Trofeo Santiago Bernabéu. El caso es que Fabio Capello quería tenerlo en su nuevo proyecto en España. En Italia, el brasileño jugó de interior, no de lateral
izquierdo, pero ya había dejado muestras de su calidad anotando cinco goles y
sobre todo de su potencial gracias a un físico portentoso e impresionante. O
eso era lo que contaban en Don Balón y en el Marca. El primer partido que le vi
jugar fue aquel mismo verano de 1996 con la Selección brasileña en los Juegos
Olímpicos de Atlanta y marcó un golazo impresionante. Recuerdo que me causó una
gratísima impresión. Francamente estábamos fichando muy bien.
En el número correspondiente a julio-agosto de 1996, la
portada de la publicación oficial del Madrid volvía a estar protagonizada por las novedades. Tres nuevos
astros para el firmamento blanco, rezaba
aquella primera página ilustrada con las fotografías de Clarence
Seedorf, Roberto Carlos y Mijatovic. La del montenegrino era un montaje con una
camiseta blanca, puesto que aún no había sido presentado de manera oficial. La
revista titulaba en páginas interiores con unas declaraciones del futbolista
que terminarían siendo proféticas. “Dos años son suficientes para ganar la Liga
de Campeones”, aseguraba Pedja.
La revista le dedicaba cuatro páginas a Roberto Carlos y los
aficionados empezamos a familiarizarnos con el simpático rostro de este jugador
brasileño que, por aquel entonces, lucía pelo. “La fuerza de un defensor
acostumbrado a golear”, titulaban en la revista, que ilustraba el reportaje
con imágenes del diario Marca en las que el brasileño posaba con una camiseta
del Real Madrid. “Es muy difícil decir que no al Real Madrid, uno de los
mejores equipos y con más fama del mundo”, aseguraba el lateral zurdo.
Avanzado el verano, los aficionados teníamos unas ganas tremendas de ver por fin vestidos de blanco a todos los nuevos astros que habían llegado al Club durante los anteriores dos meses. La presentación de la nueva plantilla prometía ser algo nunca visto...
Multitudinaria presentación
El Real Madrid se presentó en el Santiago Bernabéu el martes 23 de julio de 1996. La expectación que se había generado con la llegada de los nuevos fichajes fue tan grande que la presentación se realizó por todo lo grande. Por primera vez se hizo de noche y con un impresionante espectáculo de luces y sonido que convirtieron el acto en un evento al más puro estilo americano. Estaban presentes aquel día 120.000 personas en el estadio. Nunca se había visto nada igual. Aquello no tenía nada que ver con las presentaciones realizadas en anteriores campañas. Muchos aficionados incluso se quedaron fuera del Estadio porque no había sitio para todos. De verdad, algo realmente alucinante.
El Real Madrid se presentó en el Santiago Bernabéu el martes 23 de julio de 1996. La expectación que se había generado con la llegada de los nuevos fichajes fue tan grande que la presentación se realizó por todo lo grande. Por primera vez se hizo de noche y con un impresionante espectáculo de luces y sonido que convirtieron el acto en un evento al más puro estilo americano. Estaban presentes aquel día 120.000 personas en el estadio. Nunca se había visto nada igual. Aquello no tenía nada que ver con las presentaciones realizadas en anteriores campañas. Muchos aficionados incluso se quedaron fuera del Estadio porque no había sitio para todos. De verdad, algo realmente alucinante.
“Esto ya no es un sueño. Es una realidad”, comentó aquella
noche el presidente Lorenzo Sanz ante un Bernabéu abarrotado. “Ha sido
impresionante, es la primera vez que veo algo así en mi vida. Tenemos un
público maravilloso. Estoy convencido de que ésta va a ser una Liga
apasionante, del máximo nivel, y espero conseguir el título al final del
Campeonato y brindárselo a este público tan entregado”, añadía Capello cuando
tomó el micrófono para dirigirse a los presentes en las gradas.
Tras las alocuciones y las fotografías para los medios
gráficos, los jugadores realizaron un partidillo. No estuvieron aquel día ni Raúl ni Roberto Carlos, que estaban disputando los Juegos Olímpicos en Atlanta. Al término, cuerpo técnico y
directivos contemplaron desde el césped el espectáculo de fuegos artificiales
con el que concluyó aquella inolvidable presentación.
Aquel era el grupo de trabajo con el que Fabio Capello empezó a trabajar en una pretemporada en la que los medios de comunicación hicieron mucho hincapié en las normas de disciplina y en la exigencia de la que hacía gala el técnico italiano. Había que ir ajustando una plantilla.
Aquel era el grupo de trabajo con el que Fabio Capello empezó a trabajar en una pretemporada en la que los medios de comunicación hicieron mucho hincapié en las normas de disciplina y en la exigencia de la que hacía gala el técnico italiano. Había que ir ajustando una plantilla.
La pretemporada se inició en Suiza, como era habitual todos
los años por aquella época. En Nyon se disputó el primer partido frente al S.
Nyonnais que concluyó 0-6 para los de Capello. Después se ganó 1-3 al Yverdon y
se empató 1-1 con el Servette. El 9 de agosto el equipo jugó su primer partido
en España frente al Torino italiano en el Martínez Valero de Elche. Recuerdo
que aquel día jugamos con la tercera equipación, una camiseta arlequinada con
la que no sé si volvimos a jugar durante el resto de toda la campaña. Los
encuentros de preparación se prolongaron frente al Sporting, Deportivo, Real
Sociedad y Athletic de Bilbao. Los encuentros frente a estos dos equipos vascos
estaban encuadrados en la III Edición del Trofeo Euskadi que, por tercer año
consecutivo, se llevó el equipo madridista. En San Mamés realizó el equipo su
mejor encuentro de la pretemporada imponiéndose a los locales con un rotundo
0-5. Anotaron Suker, Mijatovic, Seedorf y Raúl por partido doble. Aquel día se
vio por dónde iban a ir los ‘tiros’ aquella temporada 1996-97 que estaba a
punto de empezar.
El Real Madrid se adjudicó el Trofeo Bernabéu ganando 4-0 al Benfica. La Liga estaba a punto de empezar, pero el trabajo no había concluido, ni mucho menos. Había que acoplar una plantilla con muchas novedades en la que también seguían jugadores de mucho peso como Hierro, Redondo o Raúl, que a sus 19 años recién cumplidos se había convertido ya en el jugador más en forma del equipo.
El Real Madrid se adjudicó el Trofeo Bernabéu ganando 4-0 al Benfica. La Liga estaba a punto de empezar, pero el trabajo no había concluido, ni mucho menos. Había que acoplar una plantilla con muchas novedades en la que también seguían jugadores de mucho peso como Hierro, Redondo o Raúl, que a sus 19 años recién cumplidos se había convertido ya en el jugador más en forma del equipo.
El técnico también tenía que decidir sobre los canteranos que tanto protagonismo habían cobrado a lo largo de la anterior campaña. El técnico italiano no despreció a los jóvenes. Álvaro Benito entró en las convocatorias y equipos del entrenador hasta que se lesionó de gravedad en noviembre de 1996. Víctor, que había debutado en el último partido de Liga de la temporada 1995-96 cobró un papel trascendental en el equipo de Capello en la temporada 1996-97. Guti, García Calvo y Fernando Sanz siguieron en la plantilla.
Alfonso no concluyó la pretemporada, aunque no por cuestiones deportivas. Tampoco Quique Sánchez Flores, que abandonó el Club con dirección a Zaragoza para disputar una última campaña en Primera División antes de retirarse. Otro que terminó saliendo del club fue Dejan Petkovic, que jugó unos minutos en competición oficial pero partió de nuevo cedido. Se intentó cerrar la llegada del francés Christian Karembeu, pero la cosa finalmente no fructífico y el neocaledonio tuvo que esperar para aterrizar en el Bernabéu.
Con la temporada recién iniciada, se concretó una nueva llegada, la del guardameta alemán Bodo Illgner. Fabio Capello exigía un perfil de guardameta que no se ajustaba del todo a lo que tenía a su disposición. Santi Cañizares jugó el primer partido de Liga en Riazor frente al Deportivo. Pero en el segundo partido, quien se puso bajo los palos fue el alemán, que había sido fichado procedente del Colonia en una operación relámpago. Debutó con el Madrid el domingo 8 de septiembre de 1996 frente al Hércules con victoria por 3-0.
En el capítulo de novedades finalmente los fichajes fueron Illgner, Secretario, Roberto Carlos, Seedorf, Suker y Mijatovic. En el mes de diciembre se incorporó Christian Panucci, procedente del Milan. La plantilla, en definitiva, quedó compuesta por los siguientes jugadores: Illgner, Cañizares y Buyo como porteros, Chendo, Secretario, Panucci, Hierro, Sanchís, Alkorta, Fernando Sanz, García Calvo, Lasa y Roberto Carlos como defensas, Víctor, Redondo, Milla, Seedorf, Amavisca y Guti como centrocampistas, Raúl, Suker, Mijatovic y Álvaro Benito como delanteros. También jugó un partido el canterano Ismael y en la recta final de la temporada se incorporó al equipo un nuevo fichaje, el brasileño Ze Roberto.
El salto de calidad fue más que evidente. Las cosas podían salir bien o podían salir mal. El fútbol no es una ciencia escrita. Pero lo que estaba claro es que afrontábamos la temporada 1996-97 con una gran plantilla. La sensación era muy similar a la vivida en el verano de 1994 con la llegada de Valdano, Laudrup, Redondo y compañía. Volvía la ilusión y el optimismo. Y, por primera vez en mucho tiempo, recuerdo que tenía la sensación de que el Real Madrid contaba con una de las mejores plantillas del fútbol europeo. Estábamos poniendo los mimbres de algo gordo... Quizás no estaba tan lejos el día en el que pudiésemos celebrar un triunfo importante a nivel continental para enterrar el Síndrome del Transworld Sport que tanto me había hecho sufrir. Hace ahora veinte años, el Real Madrid estaba dando un paso de calidad. Aquel verano de 1996 fue inolvidable para los madridistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario