La noche del 24 de mayo y la madrugada del día 25 fueron inolvidables para el madridismo. Para los jugadores y para los aficionados, me da igual. El sentimiento de felicidad absoluta y alegría hicieron que las horas que transcurrieron hasta que la plantilla se presentó en Cibeles se degustasen intensamente.
Los afortunados que se personaron en la plaza de la Diosa y quienes seguían la fiesta por televisión o por internet siguieron al minuto el recorrido de la plantilla, que partió de Lisboa en avión para llegar a Madrid y, en autobús, aparecer en Cibeles.
Apoteósico. Eran casi las seis de la mañana. Pero no había sueño. ¡Qué va! El sueño lo habíamos alcanzado y culminado con la consecución de la Champions. Ya habría tiempo para dormir. ¿Quién quería irse a la cama pudiendo celebrar una Copa que hemos deseado con todas nuestras fuerzas durante tantos años?
Música, luces… Pero sobre todo alegría, mucha alegría. La de los aficionados y la de los jugadores que vivían eufóricos una fiesta que no olvidarán nunca. ¡Que le pregunten a Luka Modric, feliz como un niño! ¡Como todos los madridistas!
Durante la espera se había rumoreado que existía la posibilidad de que finalmente no se llevara a cabo la celebración, puesto que la Junta Electoral había ordenado que a las 4.30 horas debían concluir los actos. El domingo se celebraban Elecciones Europeas. Pero los madridistas ya habíamos votado (y botado) en Europa con la papeleta del Real Madrid. Con toda la gente eufórica en Madrid, hubiera sido un error desalojar a los aficionados sin llegar a ver la tradicional fiesta de Cibeles. Así, finalmente, pudimos disfrutar de una fiesta acorde a lo que se había logrado. Y la fiesta se prolongó hasta el amanecer.
Uno de los amaneceres más bonitos de la historia del Real Madrid.
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