sábado, 24 de mayo de 2014

FINAL EN LISBOA

Se acerca la hora del partido que decidirá qué equipo es Campeón de Europa

Me resulta tremendamente difícil escribir una entrada horas antes de disputarse una final de la Liga de Campeones. Sí, lo reconozco, estoy atenazado por los nervios. Hace años que enterré mi particular 'Síndrome del Transworld Sport'. Pero eso no significa que ignore la realidad. Y la realidad es que, en un partido de fútbol, puede pasar cualquier cosa. Esto es una Final. Me da igual quién tiene mejor equipo, quién llega en mejores condiciones, quiénes están lesionados, quiénes jugarán 'tocados', quién lleve más o menos tiempo esperando un triunfo en la competición... La cosa está al 50%. Uno de los dos equipos, Real Madrid o Atlético de Madrid, ganará. Y el otro perderá. Así será. No hay más historia.

Siento envidia sana de los aficionados, de uno u otro equipo, que confían en la victoria de los suyos y no sienten ningún pudor en salir en televisión profetizando un marcador favorable a los suyos. Lo hacen, además, confiados, plenos de felicidad y absolutamente convencidos. Yo no puedo. Han sido demasiados los 'palos' que me he llevado como aficionado y, al contrario que muchos, soy plenamente consciente de que la derrota forma parte del juego y que es una firme posibilidad. Esta forma de pensar me impide 'disfrutar' de los eventos deportivos. Y reconozco que es una auténtica pena. Me gustaría saborear días como los de hoy, pero me resulta imposible. De la misma forma que deseo con todas mis ganas que el Real Madrid gane hoy la Copa de Europa, no puedo dejar de pensar que también la podemos perder. El resultado de esa mezcla de sensaciones, deseos y certezas es un estado de nervios que arranca los días previos a una gran cita y se agudizan a medida que el partido se va acercando. Desde que hoy me he levantado, no he dejado de pensar en el encuentro de esta noche. Y los nervios se van incrementando de tal manera que ardo en deseos de que el balón empiece a rodar ya de una maldita vez y me centre únicamente en lo que suceda dentro del rectángulo del terreno de juego.

Sí. Sólo es un partido de fútbol. Es un juego. Sea cual sea el resultado, mañana tendré que seguir con mi vida. Todos tendremos que seguir adelante con nuestras vidas, con nuestros problemas, con nuestras carencias, con nuestros planes... Pero de cómo acabe esta noche el partido dependerá que sea un poco más o un poco menos feliz. Sí. Es la inexplicable gran virtud de este deporte. La capacidad que tiene de generar estados de ánimo. Hoy estoy sintiendo los mismos nervios que hace doce años en Glasgow, la misma expectación que hace catorce años en París, la misma incertidumbre que hace dieciséis años en Ámsterdam. Ojalá las cosas terminen igual de bien que entonces y los madridistas podamos celebrar la tan ansiada Décima Copa de Europa. Ojalá.

Mucha suerte al equipo. ¡Y Hala Madrid!

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