Mañana se cumplen tres décadas del histórico encuentro
El 21 de diciembre del año 1983 yo no tenía ni idea de lo que era una Eurocopa de fútbol. Aquel día yo no sabía que en 1984 se jugaría un campeonato europeo de naciones en Francia. Por supuesto desconocía si España estaba clasificada o no y no era consciente de que los de Miguel Muñoz necesitaban once goles para poder estar en la Euro 84.
Sin embargo, recuerdo como si fuera ayer aquel partido del que mañana se cumplirán treinta años. En la sala de estar, acompañado de mi padre y de mi madre. Mi hermana todavía no había nacido. Allí estábamos los tres reunidos delante del viejo Telefunken en blanco y negro con el que pasé tantas horas de entretenimiento durante mis primeros años de vida.
Como anécdota, contaré que por aquella época yo pensaba que los futbolistas eran todos enanitos. Sí. Porque, claro, cuando retransmitían los encuentros de fútbol, casi siempre con planos largos y generales del campo, todos parecían pequeños. Mi madre trataba de explicarme, sin mucho éxito, la verdad, que no era así. Que los futbolistas eran personas grandes, lo que ocurría es que por televisión parecían pequeños porque les enfocaban desde lejos. Yo no lo tenía tan claro, la verdad. Pero debía de ser verdad, porque a veces, cuando no jugaban, sí que parecían señores grandes. Como en aquel momento en el que aparecía Santillana hablando con un periodista (Alfonso Azuara) explicando que la cosa estaba un poco difícil, que sólo ganaban 3-1 y que sería complicado marcar nueve goles en la segunda parte.
Y recuerdo aquella segunda parte. ¡Aquello era como los partidos del colegio, en los que marcábamos muchos goles! Un gol, otro gol, y otro... Y otro... ¡Qué gozada! Recuerdo que mis padres celebraban los goles cada vez más fuerte, como si empezasen a creer que aquello era posible. Y yo me contagié, claro. Sentado en mi pequeña silla de madera, que había construido mi padre, y que todavía se guarda en el trastero treinta años después, empecé a saltar cada vez que Rincón, Santillana, Maceda y compañía lograban llevar el balón a la red.
Recuerdo perfectamente las imágenes de Bonello tirado por el suelo cada vez que España marcaba un gol. Mi madre se lo pasó bomba. Ya sé que no está bien decirlo, pero es lo que sucedió. Pero el que de verdad se lo pasó bien fui yo. Aquello, siendo un niño, fue algo indescriptible.
Es mi primer partido de fútbol. El primero que recuerdo clara y nítidamente. Empiezo a recordar el fútbol a partir del España-Malta del 21 de diciembre de 1983. Por ese motivo, puedo decir que mañana el fútbol cumplirá treinta años para mí.
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