Mencionaba ayer en ‘Historias del Real Madrid’ el comienzodel Mundial de Estados Unidos, hace ya veinte años, y el estreno de España frente a Corea del Sur. Pero no mencioné cómo quedaron. Fue un empate 2-2 al término de un partido disputado de madrugada.
Recuerdo que aquel viernes quedé por la tarde con los compañeros de clase y después cenamos en una pizzería para cerrar y dar carpetazo al curso lectivo que ese mismo día había concluido. Después de la cena, estuvimos tomando algo por los bares y ya pasada la medianoche tocaba volver a casa para ver el arranque de España en el Mundial. Al llegar a casa, mi padre estaba ya en el sillón esperando a que el encuentro diera comienzo.
El primer tiempo concluyó con el empate a cero con el que había arrancado el choque. En los primeros compases de la segunda mitad llegaron los goles para España. Julio Salinas y Goikoetxea ponían el encuentro de cara para la Selección. Parecía que todo estaba hecho, pero no. En las postrimerías los surcoreanos recortaron distancias y en el minuto 90 establecieron el definitivo 2-2. Que te empaten en el último minuto no te deja un buen sabor de boca y la sensación fue más bien agridulce.
Si contra Corea del Sur habíamos empatado, ¿qué pasaría frente a Alemania? Sí, los germanos eran nuestros siguientes contrincantes. Habían ganado 1-0 a Bolivia en el partido inaugural con un gol de Klinsmann, la estrella alemana, que dos años atrás había sonado para jugar en el Real Madrid. El caso es que no tenía yo buenas sensaciones de cara al partido frente a la entonces vigente Campeona del Mundo. Sin embargo, para mi sorpresa, nos pusimos por delante. Jon Andoni Goikoetxea marcó el gol de su vida, un extraño lanzamiento sin ángulo desde la banda derecha y en forma de arco que Illgner no acertó a detener. ¿Centro? ¿Disparo a puerta? Ni idea. Pero fue gol. Nos fuimos al descanso por delante, pero nada más arrancar el segundo periodo Klinsmann hizo el 1-1 con el que acabó el partido. Segundo partido y segundo empate para España.
El siguiente choque, con el que se cerraba la fase de aquel Grupo C, se disputó frente a la Bolivia de un viejo conocido de la afición española. Xabier Azkargorta dirigía a los sudamericanos.
Por cierto, años después, en 2003, el técnico vasco ejerció como como embajador del Real Madrid en América y fue director de las escuelas deportivas internacionales del club blanco.
En aquel choque frente a los bolivianos, el que despuntó sobre todos los jugadores que estaban en el campo fue José Luis Pérez Caminero, ex jugador del Castilla formado en el Madrid y que en aquella temporada 1993-94 había llegado al Atlético de Madrid tras pasar por el Valladolid. España se impuso 1-3 con dos goles suyos que sellaban el pase de España a los octavos de final como segundo de grupo.
En los octavos de final nos esperaba Suiza, a la que nos medimos el día 2 de julio de 1994. En aquel partido, los primeros goles de España llegaron de las botas de futbolistas del Real Madrid. Fernando Hierro abrió el marcador al cumplirse el cuarto de hora en una jugada individual que inició desde el centro del campo. Avanzó con el esférico y ante la imposibilidad de dar el pase a un compañero siguió con el balón, superó la línea de defensa rival y se quedó solo delante del portero para batirle por bajo.
El 2-0 lo anotó Luis Enrique en el minuto 74. Aún me acuerdo de su celebración, colocándose la camiseta sobre la cabeza mientras saltaba de alegría.
El choque se cerró de manera definitiva con el 3-0 de penalti, ejecutado por Beguiristain, en las postrimerías. España seguía adelante y se plantaba en los cuartos de final. Los fatídicos cuartos de final que tantos quebraderos nos daban antaño.
Llegados a este punto, y antes de entrar a recordar aquel fatídico encuentro frente a Italia, me gustaría recordar el clima que se respiraba aquellos días en torno a la Selección. Javier Clemente tenía sus defensores y detractores, como suele ser habitual con cualquier entrenador. Pero en el caso del seleccionador, polémico como pocos, había una guerra declarada entre medios de comunicación que, desde mi modesto punto de vista, no le venía nada bien al combinado nacional. Desde la Cadena SER, con José Ramón De la Morena al frente, las críticas, muchas veces feroces, eran constantes. Había algo personal entre técnico y periodista que acabó incrementando los niveles de enfrentamiento. En la otra trinchera, para José María García, entonces en la Cadena COPE, la visión era totalmente opuesta. García, amigo íntimo de Clemente, como ya apunté en mi entrada de ayer, dedicaba todo tipo de loas al Seleccionador.
Esa guerra entre radios se extendió entre los medios de comunicación afines a cada uno de los bandos. Y claro, los oyentes, telespectadores y lectores de diarios deportivos terminaban contagiándose de aquel clima de tensión para posicionarse a favor de uno u otro bando. Me quedó la sensación de que, por encima de la Selección, lo que primaba era el éxito o el fracaso de… Javier Clemente.
Italia en cuartos
Hecho este inciso, que me parece importante, vuelvo a volcarme en lo puramente futbolístico para centrarme de nuevo en el partido de cuartos de final disputado el 9 de julio de 1994. ¿Rival? Italia. La Italia de Roberto Baggio, Maldini, Baresi y compañía. Los transalpinos habían llegado a la cita con ciertas dificultades. Fueron de menos a más.
Pero en el minuto 25 Dino Baggio marcó un golazo. Qué se le va a hacer. Se complicaban las cosas. Sin embargo, recuerdo que España no reaccionó mal al gol. La verdad es que no. Llegamos al descanso perdiendo 1-0, pero tras la reanudación los nuestros siguieron apretando… Hasta que llegó el empate. Caminero, uno de los nombres propios de aquella Selección y de aquel Mundial, puso las tablas con otro gran gol al cazar un balón que se quedaba muerto nada más pisar área. 1-1, eliminatoria igualada y vuelta a empezar. Corría el minuto 58.
Y cuando mejor lo estaba haciendo España, llegó el momento más recordado de aquel Mundial. Bueno, perdón, uno de los momentos más recordados. El otro, el principal, viene luego. Ahora estoy hablando del fallo de Julio Salinas. Sí, en sus botas tuvimos el pase a Semifinales. Un balón largo de Nadal a Salinas que deja al delantero solo, absolutamente solo, ante el meta italiano Pagliuca. Era gol. Todos cantábamos gol… Era el 1-2…
Pero no. Salinas hizo gala de una de los sambenitos que le acompañaron a lo largo de su carrera deportiva. Marcaba lo imposible… y fallaba lo más fácil. Y en efecto, ante Pagliuca se aturulló, no supo qué hacer… y se la tiró a las piernas al portero. Dios santo… Menudo fallo.
Y lo peor no fue aquello, no. Qué va. Lo peor fue que del posible 1-2 pasamos al 2-1. Roberto Baggio superó a Zubizarreta mediante un regate y, casi sin ángulo, pero con la meta vacía, disparó a puerta. Abelardo casi llega para salvar bajo palos, pero el esférico entró e Italia se ponía por delante de nuevo.
Y el momento inolvidable de aquel Mundial, ahora sí, fue el del famoso codazo de Tassotti a Luis Enrique. Un penalti en toda regla que se tragó el colegiado Sandor Puhl y que hubiese supuesto la posibilidad de empatar desde los once metros para irnos a la prórroga. Pero no nos fuimos a la prórroga. Nos fuimos a la m… bueno, para casa.
Era ya el tiempo de prolongación. España aquel día vestía de blanco y Luis Enrique, con la nariz rota y sangrando, nos dejó una de esas estampas icónicas que los aficionados al fútbol recordaremos siempre. A mí, cada vez que pienso en el Mundial de Estados Unidos 94, la primera imagen que me viene a la cabeza es la de Luis Enrique llorando de rabia, con la elástica manchada de sangre, señalándose la nariz… Rabia, impotencia, desesperación, enfado… Todos sufrimos aquel día con aquel codazo.
Recuerdo que semanas después, el día de la presentación del Real Madrid para el curso 1994-95, Luis Enrique aún sufría las secuelas de aquel codazo en la cara y lucía una férula en su maltrecho tabique, que requirió ser operado.
Y así fue como España puso fin a su participación en USA 94. El Mundial del que ahora se cumplen veinte años. El Mundial en el que muchos de los jugadores españoles se dejaron perilla… El Mundial del codazo de Tassotti... Qué recuerdos de aquel caluroso verano de 1994.
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