El nuevo técnico blanco se midió en Copa de Europa al Madrid de la Quinta La llegada del nuevo entrenador al Club me ha hecho recordar una vieja imagen que tengo en mi archivo fotográfico. Entre los cientos y cientos de recortes de revistas, periódicos y libros que tengo clasificados en varios archivadores hay una imagen que siempre me llamó la atención. No sé muy bien por qué, la verdad. Se trata de una instantánea de la campaña 1989-90 en la que aparecen juntos Carlo Ancelotti y Emilio Butragueño durante el enfrentamiento de Copa de Europa en el que se midieron Real Madrid y Milán en el Santiago Bernabéu. Curiosamente, ahora los dos van a coincidir en el Real Madrid, el primero como técnico y el segundo como director de Relaciones Institucionales del Club.
El Real Madrid venció al Real Zaragoza en el Estadio Luis Casanova de Valencia Recuerdo perfectamente aquella edición de la Copa del Rey. Una Copa del Rey que fue balsámica y que recuerdo con mucho
cariño. Veníamos de una racha negativa. Una Supercopa en tres años era poco
bagaje para un equipo que tenía recientes los éxitos de la época de esplendor de
la Quinta del Buitre. De hecho, en aquella plantilla de la temporada 1992-93
aún quedaban muchos de los integrantes que habían vivido los años en los que la Liga
cayó un ejercicio sí y al siguiente también durante un lustro. Pero después tocó hincar la rodilla dos veces en Tenerife.
La segunda de ellas, justo una semana antes de disputarse la final de Valencia
frente al Zaragoza. El Barcelona de Cruyff había aprovechado nuestro segundo
tropiezo consecutivo en las islas para sumar su tercera Liga seguida. Sin embargo,
la escuadra de Benito Floro, había hecho un gran final de temporada. Nos
plantamos en la última jornada por delante del Barcelona y dependiendo de
nosotros mismos para ser campeones. Y en Copa, nos enfrentamos precisamente al Barcelona en
Semifinales. Empatamos a uno en el Santiago Bernabéu y en la vuelta, en el Nou
Camp, ganamos 1-2 y nos clasificamos para la Final. Fue un partido que recuerdo
con enorme cariño. Ganamos en Barcelona… ¡y con diez jugadores! Andújar Oliver
expulsó a Ricardo Rocha en la primera parte. Aún así, conseguimos ganar el
partido. De todas formas, a la Final llegamos con la necesidad
imperiosa de ganar para no concluir la temporada en blanco. Hubiese sido un
mazazo terrible. La presión era mucha. Tras perder en Tenerife y regalar la
Liga, por segundo año consecutivo, al cuadro azulgrana, la presión era enorme.
Aún recuerdo el titular del periódico Marca de aquel día. “A Copas o a bastos”. El rival era el Zaragoza. El joven Víctor Fernández
empezaba a destacar con el fútbol que hacía un equipo maño plagado de caras
conocidas para los madridistas. Pardeza, Solana, Esteban… Incluso Santi Aragón,
que había empezado la temporada en el Real Madrid pero ante la falta de
oportunidades recayó en el Zaragoza en el mercado invernal. Apellidándose
Aragón, estaba destinado a acabar triunfando en el conjunto maño, en el que
permaneció durante casi once temporadas antes de retirarse. Al partido de aquel 26 de junio de 1993 llegamos con
numerosas bajas en el equipo. Martín Vázquez lesionado, Rocha y Luis Enrique sancionados, Zamorano con su selección... Así las cosas, el equipo formó aquel día con la siguiente
alineación: Buyo, Chendo, Nando, Sanchís, Lasa, Hierro, Milla,
Villarroya,Míchel, Butragueño y Alfonso. También jugaron Esnaider y Ramis. Aquel partido, aquella final, tuvo para mí un jugador
clave. Siempre recordaré aquel encuentro como el mejor partido que jugó
Francisco Javier Pérez Villarroya con la camiseta del Real Madrid. Se trataba
de un jugador voluntarioso aunque, desde mi punto de vista, sin demasiada
calidad. Sin embargo, aquel día se 'salió'. Jugó por la banda izquierda y lo hizo
de lujo a base de casta y trabajo. En sus botas se inició la jugada del primer
gol del partido. Villarroya centró desde la izquierda cambiando el balón de
banda para Michel. El ocho del Madrid centró a su socio Butragueño que, de
cabeza por bajo y en plancha, envió el balón a la red. 1-0. El segundo gol se hizo esperar. Llegó en el segundo tiempo,
en la recta final, y llevó la firma de nuestro lateral izquierdo, Mikel Lasa.
Una triangulación con Butragueño, que fue otro de los destacados del encuentro,
dejó al defensa vasco solo delante del guardameta Andoni Cedrún. Lasarecortó y salvó la salida del guardameta para
chutar a puerta y conseguir el segundo gol del Real Madrid. Aún recuerdo la
celebración de Lasa, de rodillas levantando los brazos en señal de júbilo una y
otra vez mientras sus compañeros se acercaban para felicitarle.
Y recuerdo la alegría que me invadió. Después de casi tres
años de decepciones, saboreé aquella Copa con gran intensidad. Echo la vista
atrás y parece una exageración. Dos años en blanco, a excepción de una
Supercopa, no parecen ningún drama. Pero en aquella época, por lo menos a mí,
dos años, casi tres, parecían un mundo. Tenía la extraña sensación de que la
época de las cinco Ligas consecutivas era algo muy, muy lejano en el tiempo,
cuando no era así. Ahora, en la actualidad, tengo la sensación de que los años
pasan a una velocidad vertiginosa. Sin embargo, entonces, cuando era un crío,
parecía que pasaban lentamente… Dos años eran una eternidad. Tres años en blanco
hubieran sido un martirio. Afortunadamente, aquel 26 de junio de 1993 ganamos la Copa
del Rey. Nuestra decimoséptima Copa. Recuerdo aquella satisfacción de volver a
ver al Real Madrid levantar un título. Aquella Copa de la que hoy se cumplen
veinte años. Qué barbaridad. Cómo pasa el tiempo…