sábado, 17 de noviembre de 2018

EL GOL DE HIERRO A DINAMARCA

La Selección se clasificó para el Mundial de Estados Unidos con un triunfo frente al combinado de Dinamarca

El miércoles 17 de noviembre de 1993, tal día como hoy de hace 25 años, la Selección certificaba su presencia en el Mundial que se disputaría unos meses más tarde en Estados Unidos al conseguir doblegar a Dinamarca en un partido agónico y de mucho sufrimiento pero final feliz. El encuentro me dejó un buen recuerdo sobre todo porque el gran protagonista fue un madridista, Fernando Hierro, en una época en la que los jugadores del Real Madrid no tuvieron tanta relevancia en el combinado nacional como nos hubiera gustado a los aficionados blancos.

Eran los años noventa. Tiempos duros para el madridismo. Estábamos en la temporada 1993-94, que estaba siendo un martirio aunque a mediados de noviembre parecía que habíamos enderezado un poco el rumbo después de un arranque de temporada caótico. Pero, en general, corrían malos tiempos. El Barcelona de Cruyff vivía sus mejores días y venía de ganar las tres últimas Ligas. Su buen momento se veía reflejado también en la Selección, donde los jugadores azulgranas eran mayoría. Para colmo el seleccionador, Javier Clemente, no parecía tener mucha estima por algunos de nuestros mejores futbolistas como Paco Buyo y Míchel, que lo estaban haciendo francamente bien con el Madrid pero no entraban en los planes del técnico. En realidad no contaba con nadie de la Quinta del Buitre, que había quedado desterrada de la Selección. Los únicos madridistas que parecían tener el beneplácito de Clemente eran Hierro, Alkorta, Luis Enrique y Alfonso. Tres de ellos jugaron aquella noche frente a Dinamarca

El partido frente a Dinamarca era el último de la fase de clasificación para el Mundial. Ambas selecciones estaban encuadradas en el Grupo C. España necesitaba ganar para asegurarse la clasificación. El camino hacia Estados Unidos había arrancado con un triunfo 3-0 ante Albania, pero tres empates consecutivos sin goles frente a Letonia, Irlanda del Norte y Eire habían complicado las cosas. Posteriormente se golearía por 5-0 tanto a Letonia como a Lituania, pero se perdió 1-0 a domicilio frente a Dinamarca. Se remontó el vuelo ganando 3-1 frente a Irlanda del Norte, 0-2 en Lituania, 1-5 en Albania y 1-3 en Eire. Todo quedaba a expensas de lo que sucediera en el choque en casa contra los daneses.

El encuentro se disputó en el Estadio Ramón Sánchez Pizjuan de Sevilla a las 21.00 horas. Se retransmitió en directo por TVE-1 con narración, cómo no, de José Ángel de la Casa.

El partido se le puso pronto cuesta arriba a la Selección. Los daneses aguardaban atrás y, lógicamente le tocaba a España tratar de hacer daño arriba y atacar. Pero en el minuto 10 un error garrafal de Zubizarreta dejó al combinado nacional con diez. El portero, de manera absurda, entregó el balón con los pies a Michael Laudrup, que se quedaba solo delante de su compañero en el Barcelona. El guardameta entró en falta al danés tratando de arrebatarle el esférico. Era fuera del área, no era penalti. Pero la falta era clarísima y Zubizarreta veía la tarjeta roja. España se quedaba con diez.

Y aquí es donde el azar y la fortuna sonrieron a Santiago Cañizares. El joven guardameta, Medalla de Oro en Barcelona 92 y en aquellos momentos futbolista del Celta de Vigo, tenía la oportunidad de debutar con la Selección en su primera convocatoria con el equipo nacional. Saltó al terreno de juego con el número 13 a la espalda y sustituyendo a Camarasa. Y resultó que el recién salido se convirtió en el primer gran nombre de la noche. Santiago Cañizares, que había llegado a la convocatoria de rebote, firmó una grandísima actuación. Lo paró todo y sus intervenciones fueron brillantes a lo largo de toda la noche. Los daneses tuvieron sus oportunidades pero Cañizares demostró que se trataba de un grandísimo portero. La primera sólo cinco minutos después de haberse colocado bajo palos rechazando un remate de Povlsen.

El otro gran protagonista de la noche fue Fernando Hierro. En el minuto 63 botaba un saque de esquina Goikoetxea desde la derecha y el balón fue rematado con un perfecto cabezazo por el futbolista del Real Madrid. Schmeichel, que había salido de su marco, fue superado por alto y el balón se alojó en la red desatando la euforia tanto en el campo como en los hogares de todos los que estábamos viendo el partido. No me quitaré de la cabeza la imagen de la celebración de Fernando Hierro corriendo con los brazos abiertos justo después de marcar el gol...

No hubo más goles, de tal forma que el tanto de Hierro quedó en la retina al tratarse del gol de la victoria. España se clasificaba para el Mundial de Estados Unidos. Y lo hacía gracias a ese gol. No era el Real Madrid, pero aquel fue uno de aquellos días en los que te sentías orgulloso de los jugadores del Real Madrid aunque no corrieran buenos tiempos para nosotros. El protagonismo recayó en uno de nuestros mejores futbolistas del momento, Fernando Hierro, y en un canterano madridista que terminaría regresando al Real Madrid unos meses más tarde, Santi Cañizares.

ESPAÑA: Zubizarreta, Ferrer, Alkorta, Giner, Camarasa (Cañizares, 10'), Hierro, Nadal, Bakero, Luis Enrique,Goikoetxea y Julio Salinas (Kiko, 52').

DINAMARCA: Schmeichel, Friis Hansen, Olsen, Larsen, Rieper, Nielsen (Hogh, 45'), Vilfort, Michael Laudrup, Jensen, Povlsen (Christensen, 70') y Brian Laudrup.

GOL
1-0 min. 63 Hierro

miércoles, 14 de noviembre de 2018

LA QUINTA DEL BUITRE CUMPLE 35 AÑOS

El 14 de noviembre de 1983 se publicó el famoso artículo de Julio César Iglesias en el que se bautizaba a la generación de canteranos más famosa de los años ochenta

Amancio Amaro, entrenador del Castilla durante la temporada 1983-84, posaba junto a sus pupilos en una bonita foto de familia que realizó Raúl Cancio en la Ciudad Deportiva. Es la imagen que ilustraba la página en la que por primera vez se mencionaba a la quinta de 'El Buitre'. Ahí surgía el apelativo por el que se terminaría conociendo al grupo que formaban Butragueño, Míchel, Martín Vázquez, Sanchís y Pardeza. Estamos de celebración. Hoy la Quinta del Buitre está de cumpleaños. A modo de recuerdo de una efeméride tan especial reproduzco de nuevo de forma íntegra el artículo que escribió Julio César Iglesias para El País y que apareció publicado el lunes 14 de noviembre de 1983, tal día como hoy de hace 35 años.

Castilla Club de Fútbol, esplendor en la hierba
  
AMANCIO Y LA QUINTA DEL BUITRE 
 

Si el fútbol fuese una ciencia exacta, el éxito del Castilla sería sólo una igualdad matemática: con la jornada de ayer, quince puntos, cinco positivos, veinticinco goles a favor, once en contra. Si el fútbol fuese únicamente una ciencia, el éxito de Butragueño, delantero centro titular, sería un simple dato numérico: quince goles en once partidos. La serie goleadora de Butragueño, El Buitre, es una muestra de calidad personal y es también el resultado de una suma de esfuerzos. Detrás de El Buitre están el trabajo de un entrenador con imaginación, Amancio Amaro, míster AA, y el ingenio colectivo de Michel, Pardeza, Sanchís y Martín Vázquez. Una promoción a la que los hinchas comienzan a llamar La quinta de El Buitre. 

Julio César Iglesias 
Las primeras noticias sobre El Buitre datan de hace dos años y de un trofeo Santiago Bernabéu. Aquélla era una tarde cubierta de estaño, estaño fundido, cuyas últimas luces llegaban, divididas, desde las azoteas de los edificios más próximos.

A las siete de aquel miércoles de cerveza y fundición, los cronistas comenzaban a deslumbrarse con cierto Taland, un holandés berrendo en surmoluqueño que llevaba el balón con ceremonia, como si fuese un pastel de cumpleaños. Una vez en área, le enseñaba el pastel al defensa, y en el último momento lo escondía con el donaire de un prestidigitador. Luego bajaba la cabeza como si quisiera recoger los aplausos en el hoyo del cogote.

Uno a cero gana el AZ al Real Madrid juvenil. Faltan quince minutos.

Pero en aquella tarde metálica los ojeadores descubrirían un segundo fenómeno: para responder al holandés berrendo en surmoluqueño, Grande, el entrenador local, sacó a un extraño chico dotado de una tosca figura de repartidor. Tenía la espalda recta, las piernas robustas y cortas, y los brazos, largos y pendulares. Por si fuera poco, estaba rematado por una cabecita poliédrica cuyo punto de fuga era una nariz triangular. Como contrapartida, no tenía un pelo de tonto; alguien, seguramente un aprendiz, le había rapado al cero. Aquel tipo se llamaba Emilio Butragueño.

Cuando recibió el balón, las cosas cambiaron radicalmente. Dio un toque para controlar, levantó la cabecita, vio un hueco entre los defensas y metió un pase que era medio gol. Unos minutos después se había confirmado como un virtuoso del juego corto, uno de esos seres nacidos para la picardía de los salones de palacio. En el último minuto empató el partido. “Ni un pelo de tonto”, reconocieron los escépticos.

Muchos meses más tarde, aquel tipo microcéfalo reaparecía en el Real Madrid de Tercera División, antes llamado el amateur. El partido se jugaba en la Ciudad Deportiva. Había mucho público. En aquella fría mañana de estaño y limonada los chicos no lograban hacer un gol. A última hora llegaron al graderío dos desconocidos, seguramente dos locos. Eran bajitos, barbudos y medio incendiarios, y venían hablando de Butragueño. Decían que era un hombre de cinco velocidades. Sabía jugar a la carrera y tenía la plusvalía de una quinta marcha.

Cuando faltaba un minuto, El Buitre recibió el balón. En el círculo central metió la primera, en la demarcación de medios volantes la segunda, en línea de media luna la tercera, y en la línea frontal la cuarta. Los dos desconocidos empezaron a gritar “¡la quinta, Buitre! ¡La quinta!”

Fuera por prodigio o por casualidad, El Buitre dio un definitivo acelerón, se presentó ante el portero y disparó suavemente hacía la izquierda. Más que una jugada, aquel lance fue una conversación de El Buitre consigo mismo. Un monólogo que sólo podía terminar en gol.

Desde entonces El Buitre ha demostrado mil veces en el Castilla que la distancia más corta entre dos puntos no es la línea recta. Avanza en zigzag, o más exactamente, en zigzag y plata, como el relámpago. Su picado en el área es un flash, una explosión de luz rápida y deslumbrante. 

La quinta de “El Buitre” 

Sin embargo, la ascensión de El Buitre ha sido un fenómeno asociativo; su juego y sus goles han sido posibles gracias a la rara coincidencia de una emoción popular, de un gusto de la hinchada por la fantasía, y de una quinta de extremos fulgurantes y mediocampistas finos y geométricos. Los goles de El Buitre son cosa de Fuenteovejuna. De todos a una.

Todo empezó un jueves, a quinientos metros del casino de Montecarlo. Se disputaba la final del torneo juvenil Príncipe de Mónaco de selecciones nacionales, un campeonato de Europa oficioso. Había participado la selección española, y uno de sus jugadores, Miguel González, Michel, era designado mejor futbolista del año. Se rumorea que en la entrega de premios a la princesa Carolina se le cayó la pamela en presencia del joven interior izquierda, y que a Philip Junot se le empezó a caer Carolina. Tal episodio es, sin duda, un bulo con el que los cronistas quisieron reflejar su deslumbramiento ante los pases de Michel al espacio libre, ante su imaginativo juego de estudiante. “La imaginación, al poder”, dijeron los rezagados del Mayo francés; “La imaginación, al Castilla”, dijeron los aficionados madridistas que pretendían tomar por sorpresa los cuarteles de invierno de la vieja guardia. Pasaron el tiempo y los partidos. Hoy, con veinte años, Michel, capitán y líder del equipo, ensaya algunas viejas suertes olvidadas en los desvanes del Mundial de México; Junot se está quedando calvo, y la princesa Carolina deja caer su pamela ante Guillermo Vilas y Roberto Rossellini.

A la sombra de Michel comenzó a crecer Miguel Pardeza en los valles planos del estadio Santiago Bernabéu. Había venido de algún lugar de Huelva. Tenía la sagacidad de los linces de Doñana y, sobre todo, su misma rapidez. Para Pardeza, el gol es, antes que una jugada, un presentimiento. Tiene, como su compañero El Buitre, un pálpito especial que le permite situarse en el punto exacto, justo un segundo antes de que el balón haya llegado hasta allí. Luego toca, amaga, vibra y se esfuma entre los defensas como un muñequito electrónico. A la vista de su baja estatura, de su juego entre cósmico y tercermundista, los aficionados sospechan que no es únicamente una modesta versión de Maradona y una versión superior de Pato Yáñez; podía ser muy bien una mutación de Amancio y Johnstone; tal vez un ordenador japonés de bolsillo. Hasta ahora ningún defensa ha logrado tomarle el programa, y en Segunda División comienza a rumorearse que, de noche, todos los gatos son Pardeza. 

Meridiano de “Greengoal” 

Detrás de él, más bien hacia el centro, se mueve Lolo Sanchís. Seguramente nació por primera vez cuando su padre le hizo un gol agónico a Suiza en el mundial de Londres. Aquel Sanchís de tupé, barro y medias caídas se alzó del suelo gritando gol y soñando con una perpetuidad llamada Lolo.

Hoy Lolo tiene dieciocho años, una especie de ceja única, como de Polifemo, y es un niño terrible. Si estás en el equipo contrario, te persigue, te quita el balón, te pasa por encima, se escapa, y mata al portero de un disparo a bocajarro. Es muy malo, muy peligroso y muy positivo, y lleva una crónica negra escrita en la frente. Si no se regenera pronto, podría convertirse en uno de los mejores medios-matraca de Europa, borrar la memoria de Nobby Stiles y Bobby Moore, y aburrir a Sócrates, Falcao, Antognoni  y otros sabios de Grecia en el Mundial de 1986. Si Dino Zoff decide volver, peor para él. Porque dicen los augures que el próximo grito de la hinchada será “¡Mata, Sanchís!”

Los cambios de juego hacia la izquierda suelen comenzar en Martín Vázquez. Como su amigo y protector Ricardo Gallego, aprendió en un colegio de frailes. Es, sin duda, la nueva frontera del fútbol. Tiene el ascetismo seco y disciplinario de los trapenses y el misticismo barroco de las carmelitas. Vive sin vivir en él, es decir, se desvive. Pero lo hace jugando al primer toque, o conduciendo con prudencia el balón, o persiguiendo al enemigo con la tenacidad de los peregrinos. Tiene la disciplina de Overath, la paciencia de Gárate, la solidez de Gerson y la fantasía mediterránea de don Manuel Velázquez Villaverde, duque de la Menta. Hay una línea imaginaria, un meridiano de Greengoal, que une Wembley con Maracaná a través de Chamartín y del Camp Nou. Pasa por Rafael Martín Vázquez.

De repente, Martín Vázquez, la próxima gran figura de la fiesta, centra con la parte exterior del pie, controla Michel, toca, ¡top!, hacia la derecha, recibe Pardeza, quiebra, pasa hacia el punto de penalti, llega Butragueño, desvía hacia la izquierda. Gol, goool. Gol de El Buitre. Catorce goles en diez partidos.

Hace mucho tiempo Alfredo Di Stefano tenía hilo directo con el Olimpo. Hoy debe tenerlo con las brujas de Macbeth y con el espíritu de Maquiavelo, como lo tuvo cuando volvió a River Plate. Allí, Beto Alonso estaba indispuesto; Fillol quería irse; Pasarella pensaba en Italia, y Tarantini, en su mujer, la vedette Pata Villanueva. Don Alfredo llamó a la última promoción de juveniles del club, a la quinta de Clausen y Vieta. Y ganó el campeonato.
Si los augures no se equivocan, ahora tiene diez minutos, acaso dos o tres partidos de Liga, para movilizar a la quinta de El Buitre. Para llamar a la imaginación, a la disciplina y a la calidad.

Tal vez así no logre ganar el campeonato, pero algunos hinchas recordarán el espíritu aventurero de Old  Trafford  y dirán: “El viejo don Alfredo ha vuelto a ser Di Stéfano”. 

Un quinteto de 94 años 

Emilio Butragueño. Delantero centro. Nacido en Madrid. Veinte años, 1,68 metros de estatura, 65 kilos de peso. Seleccionado Sub-21.

Miguel González, Michel. Madrid. Interior de ataque. Veinte años, 1,83 metros, 75 kilos. Una vez campeón juvenil de España. Veinticinco veces internacional juvenil. Dos veces internacional Sub-21. Mejor jugador del Torneo Juvenil de Mónaco.

Manuel Sanchís. Medio defensivo. Madrid. Dieciocho años, 1,79 metros. 74 kilos.

Miguel Pardeza. Extremo. Huelva. Dieciocho años, 1,67 metros. 63 kilos. Dos veces campeón de España juvenil. Dieciséis veces internacional juvenil.

Rafael Martín-Vázquez. Interior de ataque. Madrid. Dieciocho años, 1,80 metros. 74 kilos. juvenil. Campeón de España infantil. Mejor jugador del Campeonato Mundial Infantil de Argentina.

La quinta de El Buitre suma 94 años.

martes, 13 de noviembre de 2018

SANTIAGO SOLARI

El argentino ratificado como entrenador de la primera plantilla del Real Madrid

Este martes el Real Madrid ha confirmado a través de un comunicado en la página web del Club que el técnico Santiago Solari se hace cargo del conjunto blanco de manera definitiva. "La Junta Directiva del Real Madrid C.F., reunida hoy 13 de noviembre de 2018, ha acordado el nombramiento de Santiago Solari como entrenador del primer equipo hasta el 30 de junio de 2021", explicaba el breve comunicado.

De esta forma se cierra la incertidumbre que arrastraba el banquillo desde la destitución de Julen Lopetegui. Solari había accedido al cargo en principio de forma provisional a la espera de nuevas decisiones y de la hipotética contratación de un nuevo técnico. La prensa había insistido mucho con la inminente llegada del italiano Antonio Conte pero finalmente será Solari el que termine la temporada y además se le prorroga el contrato por dos campañas más.