miércoles, 3 de junio de 2015

VEINTE AÑOS DE LA LIGA DE VALDANO

Hoy se cumplen dos décadas de la consecución del vigésimo sexto título de Liga para el Real Madrid

El sábado 3 de junio de 1995 el Real Madrid ganaba 2-1 al Deportivo de la Coruña y se adjudicaba su vigésimo sexto título de Liga. Faltaban dos partidos para concluir el campeonato y por fin se cerró un lustro en el que habían pesado más las penas que las alegrías. 

Es curioso. Ahora, echando la vista atrás desde la distancia, cinco años no parecen mucho. Pero en aquellos días de 1995, parecía una eternidad. Para mí habían significado el paso de la infancia a la adolescencia. Cada año que pasaba parecía que quedaban muy, pero que muy atrás, aquellas Ligas que caían año sí y año también durante el reinado de la Quinta del Buitre. El mes de mayo de 1990 se alejaba cada vez más y en el camino iban quedando tropiezos como los de Tenerife que ponían a prueba el madridismo de cada uno de nosotros. Fueron años muy duros. El Síndrome del Transworld Sport en su punto álgido. 

La temporada 1994-95 nos dio un respiro a los madridistas. La ilusión que se generó durante el verano de 1994 no fue en vano. Por fin volvíamos a tener un equipo competitivo que transmitía buenas sensaciones y que lideraba la clasificación. Por fin volvíamos a disfrutar del fútbol. El equipo jugaba bien, Zamorano marcaba goles... Pero faltaba rematar la faena.

La travesía en el desierto se había prolongado tanto que en la recta final de la temporada había cierto nerviosismo. En la Copa del Rey el Valencia nos había eliminado a las primeras de cambio y en la Copa de la UEFA nos echó a la calle el Odense en otra de aquellas noches para olvidar que tan familiares nos acabaron resultando a comienzos de la década de los noventa. Lo habíamos fiado todo a una carta. A la Liga. Al campeonato de la regularidad. Y no podíamos fallar. Otra vez no. No se me olvida un titular de portada de la revista oficial del Club. "Queremos ser Campeones cuanto antes". Todos lo queríamos. Aquello se había convertido en una obsesión. Y la presión fue terrible.

No sé cuántas jornadas llevábamos en el liderato. El equipo incluso ganó en Tenerife 0-1, con gol de Zamorano. Si salíamos vivos y con los dos puntos de aquella isla, que no tenía nada de paradisíaca durante aquellas fechas para nosotros, aquello realmente no se nos podía escapar. Pero empatamos a cero con la Real Sociedad en el Bernabéu y perdimos a la semana siguiente en casa del Oviedo 3-2. Frente al Valladolid, en el Bernabéu, la pelota parecía que no quería entrar y tuvo que acudir al rescate Chendo para resolver el embrollo. A la semana siguiente caíamos 1-0 en el Nou Camp en un partido en el que Michael Laudrup tuvo que sufrir lo indecible. Seguíamos en lo alto de la clasificación y como máximos favoritos para ganar la Liga. Pero los últimos resultados habían despertado cierto nerviosismo.  

El Súper Dépor

El rival para la jornada trigésimo sexta era el Deportivo de La Coruña. El Súper Dépor de Arsenio Iglesias ya no era ninguna revelación. En su tercer gran año, el conjunto coruñés era un equipazo y un aspirante a Campeón. De hecho, sólo un año antes se le había escapado el título en aquel fatídico penalti ejecutado por Djukic y que terminó en tragedia, con la Liga volando de rebote, otra vez, a Barcelona. Bebeto, Donado, Fran, Aldana, Nando, Ribera, Djukic, Liaño... Aquella misma campaña terminarían siendo merecidos campeones de Copa en el Santiago Bernabéu. Pero antes, jugarían contra nosotros en nuestro estadio con la obligación de ganar para seguir en la lucha por el título. Primeros contra segundos. Si ganábamos al Deportivo, éramos campeones de Liga.

Recuerdo aquella semana previa al partido con un agobio terrible. Se trataba de un Match Ball. Era como una final. No quería ni pensar en lo que pasaría si perdíamos en casa aquel partido. Con las heridas de Tenerife aún demasiado frescas en la memoria estaba convencido de que si caíamos no ganábamos la Liga. Todo el año arriba peleando y peleando... ¿para morir en la orilla? Por aquellos días escuchaba la radio deportiva todas las noches, leía el Marca, Don Balón... El partido estaba presente en el subconsciente a todas horas. Recuerdo que, según avanzaba la semana, sólo pensaba en que llegara el momento del encuentro y se jugara de una vez. Que aquello pasara ya cuanto antes. 

El partido 

El balón comenzó a rodar a las 21.00 horas de aquel sábado de comienzos de junio, aún de día, con el verano ya tan próximo. Arbitraba López Nieto. No había pasado medio minuto cuando el Madrid tuvo su primera ocasión tras un robo de balón de Zamorano, que envió a la derecha a Luis Enrique para que el asturiano enviara cerca del lateral de la portería. Casi de inmediato, el colegiado no señaló un claro penalti de Djukic a Zamorano. Y en el minuto 10, Amavisca envió un balonazo al palo tras recibir un gran pase de Laudrup. Lo estaba haciendo bien el Real Madrid, que acumulaba ocasiones. Luis Enrique robó un balón en el centro del campo y generó una nueva ocasión en las botas de un Zamorano que armó un gran disparo dentro del área que envió Liaño a córner.

El gol tardó en llegar. Hasta la recta final del primer tiempo. Concretamente fue en el minuto 39. Y llegó, curiosamente, después de que el Dépor dispusiese de su mejor oportunidad en un balón que envió alto Adolfo Aldana. Redondo trianguló en el centro del campo con Martín Vázquez, que le devolvió el balón, y el argentino metió un pase al área por la izquierda que recibió José Emilio Amavisca. El cántabro encaró portería y disparó raso y ajustado con la zurda al palo superando al guardameta visitante. Era el 1-0 antes del descanso. ¡Éramos Campeones con aquel resultado!

Pero aún quedaba mucho partido por delante. Antes de alcanzarse el descanso, López Nieto se volvió a comer un penalti. En aquella ocasión, favorable al Deportivo por un empujón de Redondo a Boro. Se llegó al ecuador del choque con el 1-0 en el marcador. Estábamos a cuarenta y cinco minutos de ganar la Liga. Pero no iba a ser fácil. Yo por aquella época ya me había vuelto muy pesimista con el fútbol. El 1-0 era una exigua renta y un gol de los de Arsenio podía despertar viejos fantasmas... Pues el gol de los de Arsenio llegó. En el minuto 68 los gallegos ya se habían aproximado con peligro tres veces al marco merengue. El brasileño Bebeto recibía un balón en ataque, por la derecha, y entraba en el área madridista para lanzar un potente disparo ajustado al palo y superar a Buyo. Empate a uno.

Aquello fue un jarro de agua fría. El empate no le servía de mucho al Deportivo, que a falta de veinte minutos para el final necesitaba otro gol más. Las tablas nos dejaban como campeones virtuales, pero no de manera matemática. Teníamos cuatro puntos de ventaja sobre los gallegos con cuatro aún por disputarse. Habíamos empatado a cero en el duelo de la primera vuelta en Riazor, por lo que otro empate en el Bernabéu obligaría a recurrir al golaveraje general, que era claramente favorable al Real Madrid.

El problema es que en aquella segunda parte los deportivistas estaban jugando mejor que en la primera. Recuerdo que pasé unos nervios terribles. No se me olvida el silencio que percibía del Santiago Bernabéu a través de la televisión. Cada aproximación del Dépor me hacía temer lo peor. Donato llegó a realizar un lanzamiento de falta magistral que superó a la barrera y obligó a Buyo a realizar un espectacular paradón a una mano. Qué angustia... El cronómetro seguía corriendo con la incertidumbre en el ambiente.

Gol y Campeones

Minuto 85. A cinco del final. Jugada en la que intervienen los dos grandes protagonistas de aquel Real Madrid de la temporada 1994-95: Amavisca y Zamorano. Michael Laudrup envía el balón a la banda izquierda, donde avanzaba el cántabro y Amavisca, tras superar unos metros el centro del campo, ve al chileno corriendo en ataque por la derecha y realiza un pase largo para el ariete. Zamorano controla con el pecho y hace avanzar el balón que bota dentro del área. El delantero no deja dar un segundo bote y empala con todas su ganas... para llevar el esférico a las mallas. ¡Un gol histórico! El más importante de los que anotó con la camiseta blanca del Madrid. Liaño llegó a tocar el balón, que pegó en el poste antes de alojarse definitivamente en la portería. El chileno pareció dudar un segundo antes de la celebración. Miró para cerciorarse bien de que la pelota había entrado. Sí. Había entrado. 

¡Cómo celebré aquel gol! ¡Cómo celebré aquel gol! Estaba nervioso perdido. Minutos antes porque tenía miedo de que perdiésemos el partido y minutos después porque sentía que estábamos a punto de volver a ser Campeones de Liga

En la televisión, Zamorano corría quitándose la camiseta y sacudiéndola como una bandera antes de recibir el abrazo de Manolo Sanchís. Juntos cayeron al césped mientras el Bernabéu, ahora sí, explotaba de júbilo. "¡Vaya gol... un gol que vale una Liga!", recuerdo que grité yo mientras mi padre, que llevaba lo suyo en aquella mala campaña del Barcelona, trataba de restar importancia a lo que estaba pasando. A mí me daba igual. ¡Yo estaba nervioso perdido de alegría y deseando que el árbitro pitara el final!

En el minuto 88 Sandro sustituyó a Michael Laudrup. En el minuto 89 el Deportivo forzó un saque de esquina y no se me olvidará jamás una imagen. No sé por qué, supongo que por la intensidad del momento. La cámara enfocó al banquillo. Jorge Valdano seguía con atención lo que sucedía sobre el césped y, a su lado, estaban de pie Rafael Martín Vázquez y Michael Laudrup, los dos titulares que habían sido sustituidos. Miraban fijamente al partido. Se palpaba una tensión en aquella imagen que yo siempre la tengo en la cabeza cuando recuerdo aquel partido.

Y, por fin, llegó el pitido final. Se acabó. ¡CAMPEONES DE LIGA! Euforia colectiva en las gradas y en el terreno de juego, donde los futbolistas blancos se felicitaban unos a otros. Los jugadores que no habían sido convocados habían bajado hasta la banda para esperar el final del choque junto al banquillo, con sus compañeros. Entre ellos el malogrado Dubovsky, que en paz descanse, Alfonso, Míchel... Una mención especial para Quique Sánchez Flores, que tres días antes había perdido a su primo Antonio Flores y medio mes antes a su tía Lola Flores. En memoria de sus seres queridos jugó aquel partido con dos crespones negros en las mangas de la camiseta. Aquel triunfo liguero fue muy especial para él. Y otra imagen de la noche: Las lágrimas de Zamorano. El delantero chileno hundió su cabeza en el césped y lloró soltando la tensión acumulada. Luis Enrique se lanzó encima suyo y fue el encargado de levantarle. 

Aquella misma noche, los jugadores acudieron a la Cibeles para encaramarse a la diosa y gritar a los cuatro vientos que el Real Madrid era Campeón de Liga.

Aquella Liga fue muy especial para mí. Y seguro que para muchos madridistas de mi generación también. Se sufrió mucho durante las cuatro primeras temporadas de los noventa. Cinco años después, volvíamos a ver a los nuestros ganar la Liga. Aquel periodo de sequía le dio mucho más valor a lo que había vivido de niño con aquellas cinco Ligas consecutivas. En 1995 yo ya tenía muy claro que había sido un privilegio haber vivido aquella etapa y que ganar una Liga no era tan fácil como me había llegado a parecer durante aquel segundo lustro de los ochenta. Por eso, había que celebrar como se merecía cada triunfo que consiguiese el equipo. Aquella Liga 1994-95 me supo a gloria. Y me quité un gran peso de encima. El Real Madrid volvía a ser Campeón. Tal día como hoy de hace veinte años.

REAL MADRID C.F. :  Buyo, Quique Sánchez Flores, Hierro, Sanchís, Lasa, Luis Enrique, Redondo, Laudrup  (Sandro, 88′), Martín Vázquez (Raúl, 64′), Amavisca y Zamorano.  Entrenador: Jorge Valdano

DEPORTIVO DE LA CORUÑA :  Liaño, Boro, Ribera, Djukic, Nando Martínez, Aldana (Alfredo, 59′),  Donato, Fran, López Recarte, Bebeto y Manjarín (José Ramón, 62′).  Entrenador: Arsenio Iglesias

GOLES
1-0 min. 39 Amavisca
1-1 min. 68 Bebeto
2-1 min. 85 Zamorano

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